Entendemos, en cambio, que debe ser un camino sin pretensiones, no artificial, sólo al servicio del misterio natural, de la emoción genuina de una escena, entregándola de la forma más pura e intacta posible. Lo que no sea así, simplemente está de más.
La composición, los acabados, son concebidos de forma modesta, cuidados y con atención al detalle, siempre subordinados a la consecución del todo deseado, de una idea o inquietud creativa particular inspirada en una manera de hacer de otros tiempos no tan lejanos pero inimitables.
Lo genuino se alcanza desde los detalles, de lo obvio y visible, de lo que no lo es tanto e incluso de aquello que en una primera impresión puede pasar desapercibido aun cuando contribuya eficazmente al resultado final.
Equilibrada, natural y elegante, la mejor composición es la que no se aprecia como protagonista de la imagen.